Quiero compartir con vosotros esta sesión preboda a la cual tengo especial cariño. Por el amor que se tienen ellos y por el que desprenden.
El día comenzó un poco complicado. Después de darle muchas vueltas a cual iba a ser el escenario del reportaje de preboda y una vez decidimos el sitio, se nos complicó el horario por los cursillos pre matrimoniales.
Llevábamos casi una hora de retraso respecto al horario previsto así que, sobre la marcha, decidimos un nuevo cambio de localización.
Recuerdo las palabras de Irene en el coche… «que vamos a hacer, todo pasa por algo….»
Y así fué… Nos encontramos con una magnífica tarde en un lugar improvisado pero que, a todas luces, nos sirvió para contar una bella historia. La historia de Irene y Pablo.
Al fin y al cabo, el objetivo de un reportaje preboda no es tanto el escenario, sino la historia que se cuenta. Y aunque es verdad que en muchas ocasiones el enclave mismo ayuda a contar la historia, otras veces merece la pena buscar algo más neutro para que los novios tomen todo el protagonismo.
Buscábamos el contraste en esta sesión de fotos preboda. La ternura en medio de lo infinito. El amor que brota por sí solo. Irene y Pablo ocupan un centro vivo y activo en las fotografías. Porque en ellas destaca la belleza de su amor.
No era necesario nada más, la manera en que mostraron a mi cámara su complicidad fue suficiente.
Aquí tenéis una pequeñísima muestra de lo que resultó la tarde.
Sentimientos a flor de piel y vuestras emociones, me hicieron emocionar a mí…, lo sabéis…
Una vez más, os doy las gracias por todo lo que me habéis aportado.
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